Xavier Lasso periodista que mantenía espacios en radio y televisión en los medios públicos, renunció a sus cargos acusando de manejos arbitrarios a los actuales directivos.
Mediante una carta abierta explica su posición, por la que dejaba su cargo. A continuación la carta:

A PESAR DE LOS VERICUETOS LLEGARÁ

Un pasar sin matices y repleto de mentiras viene caracterizando a la acción de este gobierno en general. Pero en los medios públicos ese mundo de buenos y malos, de tontos
ceremoniosos, se ha asentado sin pudor.

Andrés Michelena, personaje gris, cínico —fue muchos años funcionario segundón de Fernando Alvarado— lidera la fábrica de mentiras. Andrés Michelena ha venido montando una red clientelar de personajes de los medios comerciales que callan y acolitan sus torpezas.

¿Por qué Gisela Bayona debe dar asesoría a Ecuador TV, contrato suculento de por medio, cuando existe suficiente experiencia y talento en la televisión pública, sobre todo para audiencias infantiles?

¿Por qué César Ricaurte se vale de los medios públicos para presentarle a UNESCO un contrato de asesoría a esos mismos medios públicos?

Michelena se llenó la boca, en giras mediáticas, con la libertad de expresión. Michelena y la gerenta, Marta Moncayo, puesta ahí por él, y que debe subir a cada rato al cuarto piso, a la SECOM, han venido censurando a distintos pensadores en el diario El Telégrafo.

Marta Moncayo se dirigió a mí como propietaria de los medios públicos, para decirme que no iba a dar paso a una opinión que de todas maneras, dos días más tarde, luego de una áspera reunión, fue publicada. Hasta que llegamos al definitivo martes 9 de octubre, cuando envié otra opinión, “Plausible defensa de las audiencias” y por orden, otra vez, de esa señora no se publicó. Nadie me dio explicación, no pudieron darla porque no tienen argumentos. Solo arrogancia, pequeñez, absurda vanidad que les hace creer que el poder, su pequeño poder, dura para siempre.

Ellos se metieron en un laberinto, producto de su perversa visión de los medios públicos. Es que ya prácticamente no los necesitan: Ecuavisa, Teleamazonas, El Comercio, El Universo, los acorazados, están con ellos y callan. Michelena en el fondo se ha dado a la tarea — quién sabe si por instrucción del propio Moreno, el presidente que no sabe por qué está en Carondelet— de acabar con este esfuerzo colectivo de intentar otra narración de la realidad social del Ecuador.

Michelena se exhibe babosamente, como cuando se burla de los trabajadores, hombres y mujeres, de los medios que están a su disposición, sin que pueda explicar por qué no se paga puntualmente sus salarios.

Michelena, Marta Moncayo y más abajito, contrariando sus posiciones anteriores, traicionándolas más bien, Mariuxi Mosquera, y más abajito aun, Carla Maldonado, diseñan o acolitan, programas como aquel que determinó la traída de un obsoleto periodista, Montero, ex CNN, y que debió costar mucho dinero, solo para despotricar contra Rafael Correa, la enferma obsesión de estos esperpentos.

Moreno, el de las “abuelitas”, los “viejecitos”, el de los discursos que quizá no sean verdaderos, su enredada explicación cuántica lo ha dejado colgado y sin piso, nos ha saturado con sus dichos de la corrupción.

¿A dónde fueron a recoger esa estrategia que se aplica en buena parte de nuestra América del Sur?

De tanto repetir que Correa es la explicación de todos los males, se han quedado sin horizonte. ¿Cuál es su utopía? ¿Con qué Ecuador sueñan?

Pesadillas es lo que nos van acercando, como la de Posorja o la del tal “Guacho”. Las redes, fábrica incontenible de mentiras, están hoy repletas de brutales perversidades que amenazan cualquier sueño de futuro deseable.

Moreno, que nunca quiso, según sus propias palabras, ser presidente, ha devenido caso patético, de estudio, sobre su deformada idea de la lealtad. Moreno sostiene a ese universo de personajes muy rastreros que han venido dañando a los medios públicos. Moreno, con un trato muy coloquial a Michelena, no son publicables las expresiones que usa cuando se dirige a él, solo puedo decir que son enfermizas por machistas, misóginas, homofóbicas, lo peor, terminará por acabar con los medios públicos, otro sueño “faraónico de Correa”, y entonces su relación con la derecha será total, ridículamente subordinada.

Seguramente terminaremos sumándonos, porque así lo quiere el Norte, a las otras alianzas, las del mercado, que niegan la democracia y, si Bolsonaro gana, ahí estará presente con el discurso que alabe a los nuevos “amiguitos”, sin importar el color que los arrope, sean fascistas, nazis o, simplemente, oportunistas puros, sin proyecto social, sin vocación por los pobres, sin afanes de justicia.

Condenados a sumarnos a lo que ahora dice el péndulo, a recibir órdenes y asumir que la inversión social es una tontería; solo vale estar con los poderosos dueños del capital. Hablan de corrupción y en sus narices la han tenido, solo que son selectivos hasta en los olores.

Ofrezco también disculpas porque quizá me quedé demasiado tiempo en ese escenario, creí, hasta ingenuamente, que defender un espacio era lo correcto: El programa Palabra Suelta lo quise mantener hasta por una elemental ley física: los espacios que se abandonan otros lo ocupan; me pareció que había que sospechar siempre de esos “otros”. Inútil porfía.

Ya asistiremos a otra hora porque, otra vez, nada dura para siempre, menos Moreno y su séquito de coristas que hoy repiten un discurso que no está con la historia. Ésta, la historia, como los ríos, tiene vericuetos, a veces tarda, pero siempre llega, llegará.

Xavier Lasso.

 

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